2018_París, Día 6

mayo 4, 2018

Hoy nos ponemos en marcha a las 8:00h al igual que el resto de los días, desayuno, ducha fría, que energía… Mon decide ir a la «pelu» de la esquina para que le bañen y sequen el pelo, yo voy haciendo cosas en casa. Al rato vuelve, no hay hora hasta las 12:00h así que moño y al bar que vamos.

Hoy el Excel ponía: día libre. Esto significa que no hay plan así que bajamos al metro y pregunto a Mon: ¿A donde vamos? Me contesta que a ver la Sainte Chapelle (http://www.sainte-chapelle.fr/es/), me parece estupendo.

Llegamos una vez más a la «Île de la Cité» y nos metemos en un plis en la entrada, esto ya lo conocemos de sobra. Poca gente, que bien, entramos primero en la parte de la planta baja que ya de por si es muy bonita, luego subimos y allí nos quedamos con la boca abierta observando las increíbles cristaleras cuya altura es impresionante. No hace falta una audio-guía para saber sobre esta capilla, simplemente observando la luz que entra por las vidrieras es sinónimo de paz y armonía. Nos quedamos un rato largo y luego salimos.

¿Y ahora a donde? A el Mercado de los Niños Rojos en el barrio «Des Marais», muy bien, Google Maps y callejeando por aquella dirección que vamos. Paseando Mon entra en algunas tiendas, mientras tanto yo me peleo con el iPhone que de repente tiene todas las aplicaciones abiertas en horizontal y no hay manera de verlas en vertical, ya me pongo molesto, seguimos.

Pasamos por al lado del Centre Pompidou (https://www.centrepompidou.fr/es), un par de fotos y seguimos. Nos metemos ambos en un par de tiendas con cosas de casa muy chulas, no encuentro donde cambiar los parámetros del giro de la pantalla, sigo molesto.

Pasamos por al lado del Museo Picasso (http://www.museepicassoparis.fr/), naturalmente seguimos nuestro camino hasta llegar al «Marché des Enfants Rouges». Se trata del mercado más antiguo de la ciudad con más de 400 años de historia, entramos, la sorpresa ha sido que en realidad es increíblemente pequeño, nos damos un paseo que acabamos en unos 15min, en el se vende pescado, carne, vegetales, frutas y algún que otro bar pero nada más. Salimos, el iPhone se ha puesto bien solo, milagro!!!

¿Y ahora que? Mon dice de volver a Montmartre, después de la consulta a la App del transporte, cogemos un par de líneas de metro y llegamos a los pies de la colina. Ahora hace mucha calor y el sol quema, subimos primero haciendo zig-zag por unas calles hasta llegar a dos tramos de escaleras, que empezamos a subir. La cantidad de quilómetros que llevamos acumulados en estos días, unos sesenta hasta ayer, se hacen notar en las piernas y nos cuesta un poco subir, es lógico.

Ya arriba vamos paseando por las calles repletas de gentes y vamos entrando en diferentes tiendas de souvenirs para ver si encontramos algo para comprar, bueno, sobre todo Mon, yo en muchas ni entro y me quedo al sol.

Empieza la bajada, entramos en una última tienda y compramos un mini-cuadro puesto en un mini-caballete con un dibujo de un ajo que me ha gustado mucho, así tendremos un recuerdo de París en nuestra cocina.

A media bajada, paramos en un restaurante pseudo italiano donde comemos un par de «Tagliate» que no han estado mal, además alucinar, nos han invitado a unos chupitos de «limocello» del bueno, genial, seguimos.

Vamos ahora de nuevo a intentar entrar a las catacumbas y de nuevo el cartel expuesto de cerrado nos impide entrar, no hay problema, regresamos al metro y paramos para subir a la «Tour de Montparnasse». Después del control de seguridad, subimos al ascensor que, según dice una escrita en la pared, es el más rápido de Europa, pues efectivamente en nada estamos en la planta 56.

Aquí damos una vuelta casi completa y seguimos andando tres plantas más arriba para finalmente llegar a la terraza descubierta. Un día precioso para estar aquí, dicen los parisinos que odian a este rascacielos por haber roto el skyline de su ciudad pero es cierto que desde aquí se pueden ver todos los edificios emblemáticos porqué lo que está muy claro es que si subes a cualquiera de las construcciones elevadas ves a las otras pero no en la que estás.

Nos quedamos un rato largo, la sensación de paz es tremenda, un sistema de doble cristal interpuesto quita completamente la fuerza del viento, hay hasta un bar donde poder tomar una copa de Champagne, nosotros pasamos.

Regresamos a la tierra y nos metemos, una vez más, debajo de ella, esta vez en dirección al «Canal de Saint-Martin» donde daremos un paseo recomendado por Laura. El primer tramo está lleno de tiendas de campaña a ambos lados, una forma muy extraña de vivir con el claro consentimiento del ayuntamiento, al otro lado del canal vemos una cola para recibir alimentos, seguimos.

Vamos paseando, poco a poco se va llenando de gente de todo tipo que traen su propia bebida, cerveza o vino y se sientan a la orilla del canal para consumirla, vamos que es como un botellón pero más «chic», los que no queremos sentarnos aquí, lo hacemos en cualquiera de las terrazas de los numerosos bares a lo largo del canal y en las calles adyacentes.

Nos sentamos y nos tomamos un Aperol Spritz y un Mojíto, al levantarnos, otra vez, fallan las piernas, menos mal que hoy se acaba el «tour de force», lo que nosotros hemos visto en tan solo cinco días completos es digno de una medalla ya que hay turistas que ven menos en más días.

Propongo a Mon de ir a cenar en el «Barrio Latino» antes de retirarnos a casa, una vez allí encontramos un restaurante donde, en el momento de pasar por delante, nadie nos agobia a entrar, leemos tranquilamente el menú y entramos. La cena correcta, el vino también, el servicio fatal, se ha equivocado en tres de los cuatro platos pedidos, el camarero un crack.

Casi al final de la cena se sientan a un lado nuestro una pareja de argentinos en viaje de novios y entablamos conversación, son de Cordoba, ya han visitado Barcelona que les ha encantado, de París irán a Londres, luego Amsterdam, Rotterdam, Berlin, Praga, Helsinki, una capital báltica y finalmente de vuelta a Barcelona donde regresarán a Buenos Aires. Antes de levantarnos, le doy una tarjeta del Miño para que prueben nuestra paella, nos comentan que lo harán, nos despedimos y salimos.

Antes de entrar en el metro, Mon se da cuenta de que no tiene la cartera la cual cosa me extraña bastante ya que ella es muy cuidadosa con eso pero que le vamos a hacer, siempre viajamos con doble documentación por si acaso, ella me dice que seguramente se debe haber caído en el restaurante, regresamos. Una vez allí, Mon la encuentra justo debajo de la mesa, los argentinos y una mesa más numerosa de otros extranjeros al enterarse se ponen a aplaudir, yo levanto los brazos y Mon se pone a bailar, menos mal que esto ha quedado en una anécdota.

Llegamos a casa una vez más, reventados, a dormir!!!

Una respuesta to “2018_París, Día 6”

  1. mon Says:

    con estos pelos no quiero fotos 🙂
    me gusta callejear y entrar a curiosear por las tiendas sin rumbo, hemos visto la parte desagradable de las grandes ciudades, la pobreza, que imagen más deprimente, hemos pasado de ver la riqueza de la realeza en Versalles a las tiendas de camping de los sin techo, vuelvo a poner los pies en el suelo.


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